Robert Zoellick: La globalización no ha muerto, sólo se está transformando
Como Representante de Comercio de EEUU, fue protagonista de una década de apertura económica. Zoellick lideró la firma del TLC con Chile y el ingreso de China a la OMC.
- T+
- T-
La era de la globalización ha terminado. El sueño de Doha murió y muchos expertos afirman que la edad dorada de los acuerdos comerciales ya no volverá. Por todas partes surgen voces llamando a cerrar las fronteras y a proteger las industrias locales.
Robert Zoellick, sin embargo, no está de acuerdo. Y si él lo dice, hay que prestarle atención, porque él fue uno de los protagonistas del mayor ciclo de apertura económica que haya visto el mundo desde la Segunda Guerra Mundial.
Como Representante de Comercio de EEUU entre 2001 y 2005, lideró las negociaciones para el TLC con Chile, por el cual recibió la orden al mérito, el mayor reconocimiento reservado en nuestro país para los extranjeros.
Pero más aún, desempeñó un papel clave en el ingreso de China a la OMC, un evento que transformó el panorama del comercio mundial.
"Algunos piensan que la globalización está en retirada. Yo no concuerdo. La globalización sigue avanzando, pero de una forma diferente. Se está transformando, se está adaptando", afirma Zoellick, quien además lideró el Banco Mundial hasta 2012.
Actualmente, el abogado de la Universidad de Harvard preside el comité de Asesores Internacionales de Goldman Sachs y participa en el directorio de Temasek, la firma de inversiones del gobierno de Singapur, y Rolls Royce, entre otras.
- La OMC advirtió que por primera vez en décadas, el comercio está creciendo a una tasa menor que el PIB mundial, que ya es poco. ¿Por qué está tan seguro de que la globalización no se está frenando?
- Es verdad que los flujos de comercio se han frenado. Sin embargo, la globalización aún se puede ver en la forma en que la política monetaria de las grandes economías repercute hoy más que nunca en el resto del mundo. O epidemias como el virus zika, y los movimientos de personas, o como en el caso de Chile, las variaciones en los precios de los commodities.
Si la globalización realmente estuviera retrocediendo, las presiones disminuirían, pero eso no va a ocurrir, porque ya sea que se trate de enfermedades, o de políticas de los bancos centrales, o el medio ambiente, todos somos parte de un mismo sistema. El desafío para los líderes es ayudar a la gente a adaptarse a los cambios, no construir murallas.
- Pero el panorama es hoy muy distinto a cuando usted era Representante de Comercio...
- Era de esperarse que el proceso de globalización fuera cambiando y va a continuar adaptándose. Eso está relacionado en parte a la naturaleza cambiante de las economías de ingresos medios, particularmente de China.
- ¿A qué se refiere?
- En cierta forma, el comienzo de la década de 2000 reflejó la naturaleza inusual del surgimiento de China, donde llegó a tener 50% de la producción de acero. Las cifras de comercio han caído porque China ya no es el gran importador de commodities que era. Las empresas chinas solían tomar insumos, luego montaban líneas de ensamblaje y los vendían para exportaciones. Pero China y otros países emergentes cada vez están buscando más que una mayor parte de la cadena de valor quede en su territorio, lo que va a crear creciente competencia con los países desarrollados. Y a medida que China depende menos de la inversión usará menos metales, lo que afecta sus precios.
Algo similar está ocurriendo con los mercados de la energía. Este es otro caso interesante donde, toda la revolución del fracking en EEUU ayudó a cambiar la naturaleza del modelo de precios.
Otro efecto es que, a medida que China asciende en la cadena de valor, parte de las manufacturas de bajos salarios está girando hacia el sudeste asiático o incluso África. Y habrá otras variaciones, que dependerán en parte del patrón de crecimiento de países como India o Brasil.
- ¿Todavía cree que Brasil puede jugar un papel relevante?
- Obviamente Brasil está pasando por un período muy difícil, pero yo tengo una mirada optimista en el sentido de que la próxima generación de líderes políticos, probablemente la que veremos en las elecciones de 2018, está mirando estrechamente el éxito de los países de la Alianza del Pacífico, y algunos de ellos pueden avanzar en abrir la economía.
- Pero gran parte del cambio no proviene sólo de países como China. También en EEUU el escenario es distinto.
- En los últimos 70 años desde la Segunda Guerra Mundial, EEUU trabajó en conjunto con otros para crear un orden global económico y de seguridad que se adaptó al final de la Guerra Fría y se ha adaptado al creciente papel de los países de ingresos medio, de los mercados emergentes, pero de cierta forma, la gente dentro y fuera de EEUU ha dado por sentado partes de las estructuras de ese sistema, así que dependiendo de las acciones en EEUU y a nivel global se puede perder parte de la coherencia de ese sistema.
En Asia la pregunta es sobre el surgimiento de China y cuál va a ser su interés en adaptarse al sistema internacional o tratar de crear uno nuevo.
- ¿Qué espera de esa transformación que está viviendo China?
- No existe un curso predetermino, sólo depende de las acciones de política. Cuando yo estaba en el Banco Mundial examinamos un centenar de países que en 1960 clasificaban como de ingreso medio. En 50 años, sólo doce de ellos lograron convertirse en países de ingreso alto.
El desafío que enfrenta China es el mismo que Chile, que es un buen ejemplo de cómo, cuando los países empiezan a obtener mayores ingresos, comienzan a surgir otros temas sociales.
He seguido de cerca el debate acerca de las pensiones. Hay ciertos grupos que dicen, bueno, lo hemos hecho bien, y ahora queremos más beneficios sociales, y hay otra gente que dice, hemos sido golpeados muy duro por los precios del cobre y tenemos que mantenernos competitivos.
- ¿Cuál es la respuesta a esa discusión?
- Las sociedades deben tomar sus propias decisiones pero yo daría dos consejos. Primero, tratar de resistirse a los cambios, a la larga, no funciona. Una sociedad abierta, una economía abierta, con información abierta y constante autocorrección es clave. En segundo lugar, se tiene que ayudar a la gente a adaptarse al cambio, pero se tiene que hacer de manera eficiente. En Brasil, el Banco Mundial ayudó a crear el programa Bolsa Familia, que fue muy efectivo para el 20% más pobre, y sólo costó 1% del PIB. Para obtener apoyo político, muchos programas sociales entregan beneficios mucho mayores de los que se necesitan. Este es el problema con los subsidios de la energía, que benefician a los más ricos. Los gobiernos tienen que ayudar a la gente a adaptarse pero tienen que ser disciplinados en la forma en que gastan.
- Además del comercio, se habla de una nueva era de nueva mediocridad en el crecimiento, con menor productividad...
- El sistema económico internacional se ha vuelto muy dependiente de los bancos centrales y la política monetaria, que pueden ayudar por un tiempo, pero no pueden solucionar los problemas fundamentales. Y si persisten pueden comenzar a tener efectos distorsionadores en los precios de los activos y en la toma de riesgos, e incluso en la estructura del sistema financiero.
Algunos recomiendan la expansión fiscal, incluyendo infraestructura, que puede estar bien, pero se tiene que tener cuidado de que el dinero esté bien gastado, porque de lo contrario sólo servirá para aumentar la deuda. La respuesta está en las reformas estructurales para mejorar la productividad, que varían en cada país. Algunas veces será el sistema educativo, otras la infraestructura, o el sistema tributario.
Eso fue lo que Chile hizo en sus primeros años de regreso a la democracia y que México, Perú, Colombia y otros países están haciendo está haciendo ahora, y eso es lo que está intentando hacer también China.